Relatos, cuentos y otras historias…



domingo, 28 de abril de 2013

Asfalto movedizo

Una ciudad de noche. Unas calles mojadas. Un hombre. Un taxi fugaz pasa sobre un charco salpicando la acera y también sus pies. Un bar. En el suelo las huellas de agua de sus zapatos hasta la barra.

Un trago de lo más fuerte que haya. Sentirse fuerte con una copa en la mano ahogando su recuerdo. Más alcohol. Y todo se desvanece, hasta lo que creemos sólo nuestro, hasta eso. Tarde o temprano le pertenecerá al olvido porque nada permanece, nada es eterno. Se va, se olvida. Ahora sí sería capaz de cualquier cosa.

Risas en otras mesas. Mareo en su cabeza. Un traspié y vuelve a tropezar con su imagen.

Susurra algo al camarero. Desliza unos billetes sobre la barra, se levanta y con dificultad se dirige hacia la salida. Ha vuelto el desbocado miedo a la soledad y le hace tambalear. Empuja la puerta. Ha logrado salir de allí sin saber muy bien donde ha estado.

Ha parado de llover. Decide andar. Andar sin saber adónde. Andar por andar, sólo por el hecho de hacerlo. De caminar la mente por las calles dormidas. Pasear los pensamientos por la oscuridad de la noche y, con un poco de suerte, dejar el recuerdo de ella abandonado en algún callejón solitario y sin salida.

Un fuerte frenazo inunda el silencio de su cabeza. Unas luces cegadoras le hacen perder el equilibrio. A escasos centímetros de su cuerpo el parachoques de un coche. Un hombre sale de él gritando. No logra entender con exactitud lo que le está diciendo pero sabe que le grita. Aún está muy aturdido.

El hombre del coche deja de gritarle. Para de gesticular con los brazos y los baja. De mirarle con cara furiosa, ha pasado a mirarle con lástima y se mete en el coche mientras niega con la cabeza.

Por detrás unas manos le agarran bajo los brazos y le ayudan a incorporarse. Es en ese momento cuando se da cuenta que ha caído y está sentado sobre el asfalto en medio de la calzada.

Ya de pie se da la vuelta. Una mujer. Demasiado bonita para haberla conocido de esta manera. Demasiado amable para sostenerle la sonrisa en aquel momento.

Caminan hacia la acera y, una vez a salvo, le pregunta a la mujer en qué dirección va. Ella le indica con la cabeza. Él también va en la misma. No sabe muy bien si esa era la dirección por la que tenía pensado ir pero sí sabe que ahora es la que quiere tomar.

Los dos juntos comienzan a caminar.

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