Relatos, cuentos y otras historias…



viernes, 26 de octubre de 2012

Otoño


Anduvo despacio bajo el otoño, aminorando el paso cuando sintió la lluvia caer.

Saltó sobre los charcos con la misma fuerza que recordaba de su infancia.

Hasta creyó oír la voz de su madre riñendo al niño con botas de agua que fue. 

Le parece estar viéndola ahora, a lo lejos, llamándole. Él corre hacia ella. Y en la manga de su abrigo, dos tallas más grande, busca la salida de su mano para agarrar al fin la suya. Ella sonríe. Él aprieta fuerte. Y piensa que no hay lugar mejor para estar.

Hoy las calles son más grises y su recuerdo algo más lejano. Pero sigue añorando ese paseo por el parque con ella.

Retoma de nuevo el mismo camino esperando llegar hasta esa mano. Sin ella no es igual de bonito, es sólo un parque, un lugar lleno de hojas que tapan sus pies, un puñado de recuerdos que impiden moverse.

El café de la esquina les sigue esperando pero desde hace mucho, muchísimo tiempo, sólo entra él. 

Su mesita de siempre no está ocupada pero nunca volvió a sentarse en ella, siempre en la contigua, sin quitar ojo a la suya.

Vigila sereno el espacio, acariciando con la mirada cada centímetro, custodiando cada momento vivido tantas tardes juntos.

Sus piernas ya no oscilan en el aire ni el camarero revuelve su pelo húmedo.

Con seriedad le preguntan y él pide lo mismo de todos los días y calla lo que ella tomaría.

Solitaria queda su taza humeante frente a él. Afuera la lluvia sigue cayendo. 

Se pierde siguiendo con el dedo sobre el frío cristal el descenso de una gota deslizándose. Igual que hacía de pequeño.

Tras las miles de gotas que golpean esa ventana se ve a un niño chapotear en la calle. A lo lejos una mujer parece llamarle agitando sus brazos. Pero el niño, como a cámara lenta, sigue saltando ajeno a la llamada de su madre, sonriente, tan sonriente que le hace sonreír a él mientras da su primer sorbo a la taza de chocolate.

Ha parado de llover, el niño se aleja de allí agarrado de la mano de su madre y el chocolate se ha enfriado antes de terminarlo.

Sale despacio del café, respirando hondo el olor a tierra mojada, despidiéndose hasta la próxima tarde.

Hoy las calles son más transparentes y su recuerdo algo más cercano. Pero sigue añorando ese paseo por la vida con ella.

3 comentarios:

  1. Muy nostálgico y conmovedor.
    Impecable, sentido.
    Gracias por hacer de la lectura y viaje placentero

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  2. Como una estación tan maravillosa nos llega a provocar tanta nostalgia.¿ No estamos preparados para días grises y mojados?
    ...una de las múltiples consecuencias de dejar de oscilar las piernas en el aire.

    Precioso relato para un hermoso día.

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