Capital húmeda pero cálida. Grande pero acogedora. Sobria pero loca.
Cuna de artistas, de Lores, de Reyes y Reinas que un día allí perdieron la cabeza, de oscuras leyendas entre la niebla… pero el sol también sale en Londres y pasea por sus infinitos parques.
Me gustan sus contrastes, su libertad y su marcada indentidad propia intocable a lo largo del tiempo.
Recuerdo su olor a tierra mojada, la fina lluvia apenas imperceptible mojar mi cara, el manto de hojas doradas a mis pies en Hyde Park, los paseos, las ardillas, la marabunta contracorriente de Oxford Street, la sonrisa del hombre hindú de la tienda “veinticuatro horas”, el café aguado, el cine de la esquina, la música transeúnte en algún rincón del metro, su protocolo urbano, la majestuosidad del Támesis bañando los atardeceres de plata, la segunda planta de los autobuses rojos, los recuerdos de mi padre de su juventud sesentera viviendo allí, Hammersmith, los tejados desde mi ventana…
Fue la primera ciudad extranjera que conocí, cuando entusiasmada y adolescente, cogía un avión rumbo a su hechizo, para fundirme en él para siempre.
Londres. No es una ciudad. Es la ciudad.

Muy bonita tu descripción de Londres y qué fotos!!!!!, encima eres buena fotógrafa, jolines, lo tienes todo. Así me gusta.
ResponderEliminarQue bonito paseo por Londres, mágico. Ya no queda nada para disfrutar de nuevo. ;-)
ResponderEliminarUn besito, Ari.
Comparto todo lo que dices. ¡Qué gran ciudad!
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