En blanco y negro

Bajo el cobijo de la noche, donde el tiempo ya no pasa. Una barra de bar solitaria. Sólo está él. Los acordes melancólicos acompañan el sonido de unos hielos cayendo dentro del vaso. El whisky sobre ellos. Y el humo de su cigarro se desvanece entre la tenue luz.
Coge su copa y la bebe de un trago. Cree que tan rápido lo apure, ella se irá de su pensamiento. Es tarde para pensar si fue temprana la despedida.

Mira hacia la puerta imaginando que ella entrará, despacio y sensual, sentándose a su lado mientras coloca en su boca un cigarro. Un día él probó el carmín rojo de esos labios.
Pero hoy el color es en blanco y negro y sentado a su lado sólo está la silueta de su ausencia. El dolor de un recuerdo.
Nadie le avisó que a partir de aquel momento ella sólo viviría en su pasado.

Con la mirada fija en aquella puerta, la esperanza de que se abra desaparece a cada sorbo. Tiene toda la noche para beber y toda la vida para olvidar. Y aunque sabe que es de locos pensar que volverá, cada noche la esperará, con su sabor aún en la boca y el alcohol acariciando las horas perdidas en nostalgia. Dejando por siempre esa puerta abierta para ella.