Y es entonces cuando yo te digo que fui el viento que se
llevó tus palabras.
La arena que arañó tus ojos bajo los párpados.
El llanto lejano y sin consuelo de un niño perdido.
La carta sin remitente y sin palabras de amor.
La sangre que jamás recorrerá las venas de ningún hijo
tuyo.
Las ideas sin tiempo ni cabeza donde crecer.
Los sentimientos sin corazón donde nacer.
Las manos sin piel que acariciar.
Estás agonizando, pero aún me sonríes. Y antes de cerrar
los ojos comenzarán a brotar de ellos lágrimas que recorrerán tus mejillas, tu
cuello, tu pecho, tus muslos y tus piernas hasta llegar a las raíces que se
pudren bajo tus pies.
Estás muerto, pero aún me sonríes.
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