Relatos, cuentos y otras historias…



domingo, 4 de junio de 2017

Nunca es tarde

Cuentan, que hace mucho, mucho tiempo, un hombre vio entrar a una mujer.

Se miraron hasta creer detener el tiempo, sin embargo ninguno de los dos pudo hablar; la mano del temor presionaba fuerte sus bocas.

No se volvieron a encontrar pero, sin ellos saberlo, habían quedado unidos para siempre con un hilo invisible que unía un corazón al otro. No lo podían ver aunque, en ocasiones, creían sentirlo cuando alguno de los dos se alejaba un poquito más y un leve tirón en el alma les hacía retroceder y volver a su recuerdo.

Muchas veces, sin saber por qué, mordían sus labios hasta hacerlos sangrar e intentaban atar sus manos para no tocar a otros cuerpos. Pero fue imposible que el hilo no se enredara en otros nombres que no eran los de ellos. Porque la vida siguió, casi sin masticar, engulléndolos por completo, negando que se seguían buscando en silencio, porque creyeron que era más fácil vivir así, dándose por perdidos.

Pero una noche, a cada uno de ellos una punzada les despertó, justo allí, donde tenían atado el hilo a su pecho. El dolor lo hizo visible y la nostalgia les empujó a seguirlo ahora que podían verlo; y cada uno desde su extremo empezó a recorrerlo.

Dicen que no fue fácil y que el camino duró mucho, mucho tiempo hasta que, por fin, las manos de uno y otro se encontraron en el mismo hilo que tantos años atrás les había unido en secreto.

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