La luz roja. En el nocturno horizonte de Madrid se divisa al fondo la delatora luz roja del edificio de Telefónica. La melancólica vista del cielo de Madrid que nos sitúa en el centro. En la arteria de los miles de recuerdos, donde los edificios parecen abrazarte, el tiempo se detiene y a la vez las vidas pasan rápido, dejando un pedacito de cada una de ellas, para siempre, entre sus rincones.
Quién le iba a decir, que desde su real inauguración hace cien años, pasaría por tantas situaciones, tendría tantos nombres, oficiales y coloquiales, ¡hasta una guerra! donde, bello blanco, las bombas cayeron sin compasión.
Sería tras esa guerra, cuando en el viejo ascensor que bajaba al metro desde Callao, llegaría al mundo Pedro, después de que su madre se pusiera de parto inesperadamente.
Pocos años más tarde, cerca de allí, en una casa haciendo esquina con Plaza de España, nacería Marisa.
Ella siempre soñó que era una gran actriz de los años cincuenta y que su nombre era anunciado en esos carteles inmensos de cine del “Palacio de la Música”, que veía al pasar cuando iba hacia su recién puesto de trabajo en SEPU como dependienta.
Sería en los años sesenta cuando Pedro, por fin, se atrevería a hablar con aquella dependienta tan guapa. Y después de varias tardes de baile en “Pasapoga”, un día se decidió a pedirle matrimonio.
Corrían los años setenta, cuando el hijo de Pedro y Marisa, el pequeño Luis, cogido de la mano de su madre miraba impresionado ese edificio tan alto presidiendo la esquina con la calle Alcalá. “Metrópolis” decía su imponente fachada. Y él, con su apenas metro y medio, miraba hacia arriba y se sentía diminuto.
- ¡Qué bonito es pasear por la Gran Vía!
- ¿Sabes que hasta hace poco se llamaba Avenida de José Antonio?- le explicaba Marisa a su nieta, a mediados de los ochenta.
-La luz roja.
Hoy Laura, hija de Luis, nieta de Marisa y Pedro, desde su terraza señala con el dedo la lejana luz roja de la Gran Vía a su pequeña hija.
Han pasado cien años, cien años de anécdotas, de historia, sobre su calzada y sus aceras.
Un siglo de vida, siempre atractiva, en el que ha sufrido represión y progreso. Ha escuchado el sonido de la guerra y la alegría castiza. Le ha recorrido el glamour, le han pisado con garbo. Se lleva el guiño de Ava Gadner y puede presumir que otros mitos le han amado.
Es famosa en el mundo entero... con pobreza y dinero, persecuciones, manifestaciones, risas, sueños, leyendas y secretos.
Todo el mundo tiene un recuerdo en ella, por pequeño que sea. Los de aquí, los que han venido de visita e incluso los que aún no la conocen y sueñan con ella.
Tiene cien años y está más viva que nunca.
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Un bonito homenaje a una de mis calles preferidas.
ResponderEliminartambien se llamó Avenida de la CNT.Todos quisieron apropiarsela pero su nombre lo dice todo Gran Via...
ResponderEliminarSimplemente me encanta....
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