Sin embargo, en el segundo intento, la curiosidad casi vence
al pudor… Pero se volvió a echar atrás rápidamente, moviendo la cabeza y
gesticulando con las manos una negación en un claro intento por parecer más contundente
de lo que en realidad se sentía.
En la tercera ocasión se descubrió mordiéndose el labio
inferior mientras pensaba que por una vez no pasaría nada, y dijo un no tan
dudoso que ni él mismo se lo creyó.
No hizo falta una cuarta proposición; Sus pies se dirigieron
solos, abrió la puerta y, justo en el momento de entrar, echó mano al
bolsillo del pantalón e inmediatamente visualizó su cartera reposando sobre la
mesilla de noche junto a la cama donde debería estar él.
Salió, cerró la puerta y volvió sobre sus pasos.
Fue claro y conciso: “No insistas, no puedo”.
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